Crear una nueva empresa es algo excitante, que puede cansarnos, pero también nos llena de energía.
Esa energía proviene de la conexión con nuestro sentido de propósito y de la visión de aquello que todavía no existe más que en nuestra mente, pero que podemos ver como si ya fuera una realidad.
Sin embargo, para que una compañía o negocio perdure en el tiempo, se requiere mucho más que esa energía y entusiasmo inicial. De otra forma, corremos el serio riesgo de ser uno más de la gran mayoría de emprendimientos que desaparecen en menos de 5 años.
Por lo tanto, es fundamental que nos preguntemos qué es lo que marca la diferencia entre aquellas organizaciones que no solo sobreviven más allá de ese período, sino que perduran en el tiempo, se siguen desarrollando y continúan generando valor para sus distintos grupos de interés, de forma sostenida y sostenible.
Si queremos que nuestra empresa sea exitosa a largo plazo, tenemos que proveer buenas respuestas a esa pregunta.
En mi experiencia, lo que se necesita, por sobre todo, es que el fundador o la fundadora de la compañía redefinan, de forma constante y muy significativa, cuál es su rol en cada momento del desarrollo de su compañía.
Como ha mencionado Derek Sivers, fundador de CDBaby, al inicio de un proyecto, negocio o carrera, la mejor estrategia suele ser decir que sí a todo, pues no podemos saber realmente dónde van a estar las mayores oportunidades. Nuestro rol ahí es escuchar al mercado, definir qué es lo que aportará más valor y proveerlo.
Sin embargo, una vez que tenemos un negocio establecido, la capacidad de foco, de decir que no muchas más veces que las que decimos que sí, es lo que marca la clave. El rol más importante es mantener viva la visión y el sentido de propósito, para que sea construido por otras personas, por una organización, más que solo por el emprendedor.
Este cambio de roles tiende a desorientar a muchos emprendedores, que terminan viéndose en una disyuntiva entre seguir haciendo lo que les ha funcionado en el pasado y mantenerse abiertos a nuevas oportunidades.
Como ha identificado Ichak Adizes, el primer camino puede convertir, prematuramente, a la organización en una burocracia que se enfoca en su autopreservación, sin una conexión real con el mercado y el segundo puede llevar al emprendedor a perseguir oportunidades que pueden parecer muy atractivas, pero no necesariamente están conectadas con el propósito para el que se creó la compañía y pueden generar mucha confusión y frustración para todos los involucrados.
Pero esa disyuntiva solo es aparente si reconocemos que el elemento común a todas las etapas de desarrollo de las compañías es el proceso de aprendizaje, crecimiento y desarrollo por el que pasa el emprendedor para definir su rol más adecuado en cada etapa.
Ese proceso, descrito en nuestra Matriz Estratégica Crece10X para Emprendedores Exponenciales involucra 8 capacidades clave que, cuando son aplicadas de forma sistemática y estructurada, nos permiten llevar a nuestras compañías de uno a diez, sucesivamente, para multiplicar nuestros resultados todo lo que deseemos. Descárgala aquí.
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